jueves, 1 de julio de 2010

Algo más lejos de la impotencia.

Muy probablemente llegue tarde, pero ¿tarde para qué? ¿Para hacer un resumen de un año académico? Para eso nunca es tarde.

Podría, en esta última entrada, apuntar mis pareceres sobre la asignatura presente; lo útil de sus prácticas, lo real de su teoría... Sin embargo, habría entonces también de volver a entradas anteriores, de mostrar la evolución de mi pensamiento respecto a las Nuevas Tecnologías e inclusive mi decepción ante la organización y la escasez de tiempo que a profesores y alumnos se nos presenta.

No obstante, decido en mi última entrada, hacer un recorrido y compararme conmigo misma; sin caer de nuevo en la competividad que entre nosotros a veces se respira y, en lugar de mejorarnos, nos perjudica.

Y resulta que, indudablemente, gracias a esta asignatura y el resto propias de la matrícula, sé más de lo que sabía. Nadie antes me había hablado, de forma más o menos objetiva, de la educación anarquista, de la desescolarización; nadie antes supo trasladarme la antítesis entre el funcionalismo y el marxismo; nadie antes quiso concienciarme de la riqueza de la diversidad; nadie antes me había explicado en qué consistía la epéntesis, la síncopa (ayudándome con ello a ser capaz de hablar con corrección); nadie antes me había señalado cómo estructurar una bibliografía ( ¡y yo creyendo que eso era lo de menos!); nadie antes me había hecho escribir en un blog como ahora lo estoy haciendo.

Tengo en la vida, entre otros, dos principios claros: inconformismo y gratitud. El inconformismo lo muestro cada día, manifestándome en cada ocasión que se me presenta, queriendo mejorar lo mío y lo de todos, haciendo críticas siempre respetuosas. Muy probablemente, peque de inconformista, con la molestia que ello conlleva para quien pudiera escuchar o incluso para mi propia persona cuando sus protestas quedan en el olvido, en la pequeñez o en la fantasía. Pero hoy (y aprovechando este descanso en el estudio y esta nostalgia que, sin explicación, invade a mi persona) pretendo dar las gracias. Y las gracias no van para aquéllos que nos han cambiado el plan de estudios, no van para el de arriba que no se preocupa por el de abajo, no van para el que inventa pero no ejecuta. Las gracias van para aquéllos que, desde el papel adjudicado, intentáis mejorar la educación aunque no sea con los resultados esperados; para aquéllos que gozáis de la humanidad suficiente como para acercarse a unos alumnos que, ante todo, son personas; las gracias también van para aquellos compañeros que saben aún de la camaradería y de la amistad, de la ayuda y la colaboración.

Todos nosotros haremos que esto vaya bien o no tan bien; de nuestro esfuerzo depende y, aunque insignificante, puede ser significativo. No es tan primordial la excelencia académica como la formación personal, no lo olvidemos.

Gracias por este año, me siento algo mayor, y un pelín más lejos de la impotencia.